Autor: Vicente Fernandez Vazquez
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El 2 de enero de 1944 el Expreso Correo 421 parte desde la estación norte de Madrid con destino a La Coruña a las 19.00 horas. La miseria de la posguerra, el mal estado de unas infraestructuras sin mantenimiento que no se habían reformado desde el siglo XIX, y el hacinamiento de unos vagones que soportaban mucha más carga de personas y equipajes de lo aconsejable, se conjuran para la tragedia. Durante ese año se registran más de 2.000 accidentes de tren en toda España. El expreso llega a León con más de una hora de retraso. Allí, para durante aproximadamente 45 minutos para realizar el cambio de locomotora. En marcha de nuevo y con una máquina a la que le fallan los frenos emprende el camino hacia El Bierzo, un trazado difícil repleto de túneles y desniveles.
La Granja de San Vicente es su última parada. El jefe de estación de Albares llama a su homólogo en Torre del Bierzo, el tren no se ha detenido. “No corríamos, volábamos”, afirman algunos testimonios, hay quien llega a hablar incluso de 150 kilómetros por hora. Sin embargo, la percepción de la memoria puede alterar la realidad. “Se sabe que iba frenando, dando la alarma y con la marcha hacia atrás, por eso no podía ir a tanta velocidad”, argumenta Tito Fernández. El jefe de estación de Torre intenta poner traviesas en la vía, no da tiempo. Avisa a la locomotora con tres vagones que se encuentra realizando maniobras dentro del túnel número 20. El expreso 421 pasa de largo la estación y se adentra en el túnel embistiendo a la máquina que intenta alejarse. Cinco vagones quedan atrapados.
En sentido contrario y ajeno al desastre se acerca un tren carbonero con 27 vagones. Los cables que manejan la señal de alarma han quedado inutilizados por el choque. Al salir del túnel 21 divisa al maquinista de la locomotora de maniobras que, ileso, intenta evitar una catástrofe mayor. No hay distancia suficiente para frenar. Gonzalo López Eugenio fallece aplastado por uno de los vagones. Un amasijo de hierros, madera y cuerpos arde en el interior del túnel. “Quedó como un acordeón, estaban aprisionados, de algunos no quedó nada, quedaron calcinados”. Tardaron varios días en apagar el fuego. Periódicos como el ABC y el PROA informan de la tragedia a lo largo de la semana pero las tareas de recuperación e identificación de los cuerpos son complicadas y el Gobierno no tiene ningún interés en informar de lo sucedido.
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